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El domingo 9 de febrero, día de las elecciones en Ecuador, amaneció soleado, lluvioso o nublado, según la región en la que uno se encontrara. Este país, comparable en tamaño al estado de Colorado, alberga la cordillera de los Andes, que atraviesa la Sierra, la selva amazónica al este —limítrofe con Colombia y Perú— y las zonas costeras bajas con playas en el océano Pacífico.
En el pueblo de Girón, a unos 40 minutos en auto del centro de Cuenca, ciudad hermana de Peekskill, un hombre pudo votar sin siquiera tener que esperar. Era mediodía y la estrecha carretera que conducía a la escuela donde se realizaba la votación estaba llena de autos y personas caminando. También había vendedores ofreciendo helados y otros dulces.
Unas horas más tarde, en Cuenca, el escenario era distinto. Había largas filas para votar. En los alrededores de la escuela céntrica, muchas personas se congregaban para ingresar al recinto. Una vez dentro del patio, rodeado de aulas donde se llevaba a cabo el ejercicio electoral, el ambiente era tranquilo y silencioso, en consonancia con el período conocido como “silencio electoral”, durante el cual no se permite hacer campaña política ni vender alcohol.
Fuera de las puertas, los vendedores se aglomeraban. Algunos ofrecían plastificar la papeleta de votación que cada ecuatoriano recibe después de emitir su voto. El costo de laminar la tarjeta era de 25 centavos en Cuenca, mientras que en Girón ascendía a 50.
Ese documento es valioso, ya que es indispensable para realizar la mayoría de los trámites en Ecuador, desde la venta de un automóvil o la compra de una vivienda hasta transacciones legales como casarse o divorciarse. Quienes no cuentan con la papeleta de votación deben acudir a las oficinas administrativas electorales, pagar una multa por no haber votado o justificar la ausencia del documento en caso de robo o pérdida.
En este país, de aproximadamente 18 millones de habitantes, casi el 80 % de los votantes elegibles participaron en las últimas elecciones presidenciales de noviembre de 2023. Para estas elecciones, el 83 % de los ciudadanos habilitados para votar acudieron a las urnas.
En comparación con las elecciones presidenciales de 2024 en Estados Unidos, donde casi 90 millones de personas —es decir, el 36 % de la población elegible— no ejercieron su derecho al voto, la abstención no conlleva una penalización financiera u otras repercusiones.
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El proceso de votación en Ecuador cuenta con la presencia de la policía local, el ejército y representantes de cada uno de los partidos políticos. En esta ocasión, a los votantes se les entregaron cuatro papeletas tras verificar su identidad. Los ciudadanos deben usar un bolígrafo para marcar la casilla del candidato de su preferencia o, si lo desean, pueden anular su voto. Luego, depositan la papeleta en una urna sellada que permanece dentro de la sala. La urna para los votos presidenciales es blanca, mientras que la destinada a los candidatos a la Asamblea es marrón.
Una vez que los militares cierran las puertas de los centros de votación a las 5 p. m. (si hay personas en fila no pueden ingresar), las urnas son abiertas por los miembros de las mesas electorales. Las papeletas se extraen, se cuentan manualmente y los resultados se registran en un formulario que se transmite electrónicamente a la sede central electoral, donde se totalizan los números. Los formularios, junto con las urnas de votos contados, se sellan y son transportados por el ejército a las sedes regionales electorales.
Aproximadamente 943 observadores electorales internacionales estuvieron presentes para supervisar el conteo de votos, una cifra récord. En total, el país contó con 3,933 centros de votación.