Calles blancas, una espesa capa de nieve cubría los alrededores de la Biblioteca Field, en Peekskill, la mañana del domingo. Pero ni siquiera el clima invernal fue un obstáculo para los ecuatorianos que llegaron hasta el Neighborhood Center para participar en las elecciones presidenciales del país latinoamericano.
Hasta el momento, se han escrutado más del 95 % de las actas. Los candidatos Daniel Noboa y Luisa González se volverán a enfrentar el 13 de abril en una segunda vuelta, después de que se diera un empate técnico. Noboa suma el 44,3 % de los votos, mientras que González alcanza el 43,8 %.
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En Peekskill, 950 personas sufragaron en las cuatro mesas —dos para hombres y dos para mujeres— que los representantes del Consulado de Ecuador en Nueva York dispusieron para la jornada electoral. Los requisitos para el sufragio fueron simples: presentar un documento de identidad —cédula, pasaporte o ID consular— y haberse empadronado antes del 11 de mayo de 2024.
Según Fabiola Jiménez, segunda secretaria del Consulado, Nueva York es uno de los estados con mayor presencia de ecuatorianos en Estados Unidos. Se estima que residen poco más de medio millón. “Tenemos una comunidad muy extensa… Este año ha habido muchos más votantes que en años anteriores”, explicó.
Para el Consulado, la prioridad durante la jornada electoral fue mantener un proceso ordenado y respetuoso. “El salón nos quedó pequeño, pero seguimos los protocolos para hacerlo todo de la mejor manera”, señaló Jiménez.
Una veintena de colaboradores, dos voluntarios y dos observadores políticos participaron en el proceso democrático.
A vencer los miedos
Esta vez, la presencia masiva de mujeres en las urnas sorprendió a Jiménez. Para la vocera, esto es un buen indicativo, ya que las mujeres tienen un rol mucho más activo y se preocupan por el futuro de su país.
Por ejemplo, Carmen, quien prefiere mantener su apellido en el anonimato por seguridad, no se dejó detener por el temor a una redada del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos (ICE) esa mañana. Sabe que un voto puede hacer la diferencia.
Al respecto, Jiménez confirmó que la comunidad conoce los riesgos actuales y que, durante el ejercicio electoral, el Consulado no podría garantizar la seguridad de los votantes en los exteriores del recinto. Sin embargo, hizo todo lo posible para mantener a los ecuatorianos bien informados y brindarles apoyo ante cualquier circunstancia. “Entendemos que las redadas que se han dado no han sido en contra de la gente que cumple con la ley. Han sido operaciones localizadas con búsquedas específicas”, relató.
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(Ariana Almeida-Martínez)
Pese a eso, el miedo es latente para Carmen. Aunque lleva ocho años en Estados Unidos, asegura que su corazón jamás dejó Ecuador. Debido a la situación actual, contempla la posibilidad de regresar, pero la profunda crisis económica e inseguridad que azotan su país de origen la mantienen indecisa. “Aquí ya no estamos seguros por el tema de los migrantes, y allá nuestro futuro también es incierto por la crisis. No tenemos garantías en ningún lugar”, lamentó.
Una papeleta con 16 postulantes al cargo presidencial le hizo aún más difícil su elección entre una vida aquí o allá. “He visto las noticias, y hay un candidato que me interesa, pero es complicado mantener la esperanza de que algo va a cambiar… Mi familia dice que todo está mal en Ecuador, que la corrupción nos está acabando”, añadió.
Gisela también siente que las elecciones de este año son decisivas para que los migrantes ecuatorianos retornen a su tierra. Sin embargo, la falta de cumplimiento de “las promesas de campaña” de los candidatos ha roto su confianza por completo. “Yo ya no le creo a nadie. Siento que el voto es una obligación, porque ahora estoy aquí, pero mañana puedo estar allá. Es por eso que me sigue importando lo que pasa en mi país”, resaltó.
Ella es madre de un bebé, y su futuro pende de un hilo. Lleva apenas dos años en Estados Unidos, por lo que no está tan alejada de la realidad política de Ecuador. Siguió las campañas electorales a través de redes sociales y noticieros. Cree que ejercer un voto informado es la única oportunidad para que su país mejore.
Obstáculos de último momento
El nombre de Nube Ludizaca no constaba en la lista de votantes. Un cambio de domicilio electoral de último momento en septiembre pasado impidió que la mujer pudiera sufragar. “Me voy triste, decepcionada. Vine desde White Plains. Tanto tiempo, y no sirvió de nada”, expresó.
En ocasiones pasadas, la residente había viajado a Ecuador cuando había elecciones. Sin embargo, esta vez pensó que podría hacerlo aquí. Aunque extraña su país, regresar ya no es una opción para ella. Los crímenes, los robos y otros delitos la alejan por completo de ese sueño.
Con el voto, Ludizaca pensó que podía aportar a su patria de alguna manera. Como la mayoría de los migrantes, aún tiene familia allá y siente que el futuro de ellos también importa. “Estamos preocupados. Los gobiernos anteriores han dejado muy mal a Ecuador. Ahora es difícil predecir quién será un buen presidente”, afirmó.
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Añoran su tierra
Era la primera vez que Javier acudía a las urnas. No se había empadronado antes para sufragar por falta de tiempo, pero cuando fue a sacar su pasaporte, aprovechó para hacer la gestión.
El recinto que recibió a los votantes ecuatorianos, limpio y ordenado, contrasta con las “movidas” elecciones en Ecuador, señaló “Extraño mucho mi país. Ir a votar era una buena excusa para un tour gastronómico. Allá la gente levanta puestos de comida y bebida. En uno puedes comer unas empanadas, en otro hornado o encebollado, y terminas con una espumilla de postre. Qué buenos tiempos”, describió.
En Peekskill, el proceso es diferente. En los exteriores del recinto solo quedan las huellas de una fuerte nevada. “No hay puestos de comida, y nadie te plastifica la papeleta de votación. Mi hermano y yo pensamos en conseguir una máquina y hacer negocio”, narró.
Sin embargo, recuerda que este no es su hogar y que debe ser respetuoso con el país anfitrión que tanto ha hecho por él y su familia. “No me gustaría perturbar la paz y hacer quedar mal a mi país. Cuando uno vive aquí, se adapta a la cultura y valora las oportunidades”, concluyó.